Semana Santa de Orihuela



     Semana Santa de Orihuela, declarada de Interés Turístico Internacional

     La Semana Santa de Orihuela es una de las manifestaciones religioso-culturales más relevantes de España. Fue declarada de Interés Turístico Internacional en 2010, y cuenta con una serie peculiaridades que la hacen única en el mundo. Ejemplo de ello son las tradiciones que hoy, desde siglos, todavía perduran.

     Una de las procesiones más sobrecogedoras es la que se vive el Jueves Santo a partir de las once de la noche: la del Santísimo Cristo del Silencio. En ella pueden verse dos largas filas de cofrades, ataviados con hábitos capuchinos, cubiertas sus cabezas, caminando entre la multitud en el más absoluto silencio. La única luz que ilumina el recorrido es la de los faroles que portan, pues la ciudad permanece a oscuras tras el apagado del alumbrado público en aquellas calles por las que la procesión discurre. Se trata de La Hermandad Penitencial del Silencio, que tiene su origen en 1940, en el interior de una de las tres iglesias góticas de la ciudad, la Iglesia de Santiago. Esta iglesia alberga en su interior el único paso que a esas horas se muestra: El Cristo del Consuelo, obra de José Puchol (1795). Es al paso de esta imagen que el visitante puede escuchar, en medio de una atmósfera de profundo respeto, una de las notas características de la Semana Santa oriolana: el llamado Canto de la Pasión, obra inmaterial que se remonta al siglo XVI y cuyo canto de “ángeles roncos” se ha ido transmitiendo por tradición oral hasta nuestros días.


     Dentro de las tradiciones religiosas, resalta otra procesión: la del Santo Entierro de Cristo, el Sábado Santo. Propuesta como Patrimonio de la Humanidad, es probablemente la procesión de mayor singularidad de la Semana Santa de Orihuela. Remonta sus orígenes a principios del siglo XVII, cuando, con el fin de reconocer los méritos, honor, lealtad y amor por la ciudad, el Gobierno de la ciudad decide nombrar al Caballero Cubierto. Este cargo honorífico anual supone, a quien lo ostenta, el privilegio de portar un pendón negro con el lema de la cuidad, e ir vestido con frac y chistera, la cual podrá llevar en todo momento, durante todo el recorrido, así como en el interior de la Catedral, en cuyo interior se introduce el cortejo fúnebre. Se trata de una procesión de luto oficial en la que participa todo el gobierno municipal.

     Como homenaje a esta figura, puede verse en la plaza que existe junto al templo, una estatua de bronce representando a un hombre en movimiento ataviado con frac y chistera y sosteniendo una bandera.


     Pero sobre esta procesión cabría añadir otro aspecto. No es sólo la figura del Caballero Cubierto la que destaca aquí. Un paso procesional impactante recorre las calles generando una enorme expectación. Se trata del paso más antiguo de la Semana Santa oriolana: “El Triunfo de la Cruz” (1696). Conocida también como “La Diablesa”, consiste en una cruz situada sobre un globo terráqueo, flanqueado éste por un esqueleto, a un lado, y por un diablo con pechos, al otro. Esta representación, única en el mundo, de profundo significado alquímico, es un tema repetido todos los años en los noticiarios del país.

Semana santa

    Otra de las tradiciones es la que representa la llamada Centuria Romana. Cada día, puede verse a un grupo de soldados romanos que, con luminosos y espectaculares trajes, va cerrando la procesión. Una vez concluida la misma, es costumbre que los espectadores se dirijan en masa a la Plaza del Marqués de Rafal, donde la Centuria tiene por costumbre realizar, al ritmo de cornetas y tambores, el llamado “caracol”, un desfile en círculo que consiste en ir cerrándolo, cada vez más, en otros círculos concéntricos más pequeños. Una cita de la Semana Santa oriolana, convertida ya, en algo imprescindible.



    Es, en definitiva, la Semana Santa de Orihuela, una experiencia única. La experiencia visual de los brillantes colores de las vestas de los nazarenos, de los espectaculares tronos o de los atardeceres desde el seminario; el aroma a incienso, la experiencia del sonido de las trompetas “gemelas” durante el día o del Canto de la Pasión por las noches. Pero también la experiencia que supone contemplar las extraordinarias obras del gran escultor Francisco de Salzillo, entre otras muchas. Su realismo no puede más que provocar a quien las contempla ese sentimiento de piedad que a todos, propios y extraños, envuelve. Como envuelve, a cualquiera que lo contemple, el rostro de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Patrón de la ciudad, lo que hace descubrir, al mismo tiempo, en nuestro interior, esa Verdad que el mensaje de Jesucristo entraña.